La diferencia entre Bélgica y cualquier otro país de la UE con movimientos separatistas, es que los nacionalistas flamencos, al menos en teoría, pueden sentarse en el Consejo europeo con peso específico. Y esto, que es matemáticamente imposible en cualquier otro lado –los flamencos suponen el 60% de la población- podría llegar a cambiar algunas cosas. De hecho, hoy, el partido que más votos recibe en Bélgica es el independentista flamenco N-VA. Y el partido más ampliamente representado en el gobierno belga es la N-VA, cuyos miembros están ansiosos por reconocer una independencia unilateral de Cataluña y dar por supuesta su permanencia en la UE. ¿Es real la posibilidad de que en las próximas elecciones la N-VA pueda obtener votos suficientes como para paralizar el país a cambio de la independencia o el Estado Confederal?
Hace tres meses, cenando junto a algunos compañeros corresponsales españoles con el ex Primer Ministro belga Guy Verhofstadt, liberal, le pregunte si lo veía posible. Respondió que era imposible con una tranquilidad pasmosa. Yo no estoy tan seguro.
Entre los que piensan como yo, que el riesgo existe, está Bruno De Wever, quien a pesar de ser el hermano del gran protagonista del separatismo belga de esta última década, el carismático líder de la N-VA Bart de Wever, está muy lejos de sus pulsiones nacionalistas. Historiador de profesión, decía el viernes pasado en una amplia entrevista recogida en el diario flamenco De Standaard: “…el separatismo vuelve (…) si la N-VA demuestra [ahora en el gobierno de coalición] que son buenos gobernantes (…) tendrá 40% de votantes [en Flandes]. Y entonces podrá hacer [sin que nadie se pueda oponer] su séptima reforma de Estado, la que romperá el Estado”.
Esa cifra del 40% de votos en Flandes a que hace referencia Bruno de Wever la he oído varias veces… Seguramente se refiere a que un 40% es suficiente para que la N-VA sea ineludible en cualquier coalición de gobierno y pueda bloquear el país de nuevo si los demás no aceptan una agenda rupturista. Pero en cualquier caso creo que no es suficiente por si misma para lograr la mayoría de dos tercios en el parlamento que haría legal cualquier reforma estructural del Estado belga.
Recuerdo que algunas encuestas antes de las últimas elecciones del 2014 si les daban muy cerca de éste resultado del 40%… y que tras las elecciones la N-VA no se quedó tan alejada de esa cifra como el “imposible” que Verhofstadt daba a entender a la prensa española en aquella cena, ya que sacaron 32,5 % de los votos en Flandes. Porcentaje que sumado al 6% del ultraderechista Vlaams Belang, todavía más independentistas que ellos, suma un 38,5%.
Pero de momento no estamos allí. Esto es para el 2019.
En el 2014 la N-VA, que esperaba obtener votos suficientes para forzar la ruptura del país, se quedó a las puertas. Como esta vez no podía bloquear Bélgica como hizo durante los años 2010 y 2011 durante 541 días –record del mundo- cambió de táctica para evitar la irrelevancia: se comprometió a olvidar durante una legislatura lo que aquí llaman el asunto “comunitario” y, con los liberales francófonos, formó por primera vez en Bélgica una coalición de derechas. “Eso ya es casi una reforma de Estado” dijo el siempre irónico Bart De Wever.
Sorprendentemente durante dos años la N-VA ha controlado sus ansias independentistas y ha mantenido su palabra… y esto en un contexto muy especial: los acontecimientos en Cataluña y Escocia han ofrecido oportunidades de sobra para que cualquier nacionalista que se precie aproveche para sacar el tema.
Personalmente no creo que en el 2017 veamos una declaración unilateral de independencia de Cataluña que obligue a los gobiernos europeos a pronunciarse inevitablemente. Pero al final la insistencia del nuevo gobierno catalán en aumentar la tensión progresivamente si podría tener algunos efectos en Bélgica al despertar los instintos de la N-VA. E incluso terminar afectando la estabilidad del gobierno.
El ministro belga del interior, Jan Jambon, de la N-VA, en declaraciones recogidas hace unos días por De Morgen, dijo que si la cuestión de una Cataluña independiente llega a Europa, constituiría «un tema explosivo» para el gobierno belga. Se refiere a que la N-VA se vería obligada a apoyar esta independencia en el Consejo de la UE, lo que podría romper la coalición con sus socios francófonos y hacer caer al gobierno.
El polítologo de la VUB, la Universidad Libre de Bruselas flamenca, Dave Sinardet, no lo ve tan claro. Cree que no hay duda de que el partido de Bart De Wever querrá apoyar a Cataluña, pero tiene un problema porque… aunque la mayoría del partido es muy nacionalista, su electorado lo es algo menos. Votan a la N-VA porque son muy flamencos y muy de derechas, pero no tienen claro que son tan independentistas. Así que forzar elecciones anticipadas sería un movimiento muy arriesgado para Bart de Wever si quiere ganar las próximas elecciones.
Sea como fuere, ya se observan algunos cambios. El líder de la N-VA ha dado ya orden de descongelar el alma comunitaria del partido al pedir este mes de enero que se vayan preparando las próximas etapas de la emancipación flamenca. Y en su recepción anual de Año Nuevo el Ministro-Presidente del gobierno de Flandes Geert Bourgeois (N-VA también) abogó por una reforma constitucional en 2019, para permitir un nuevo estado incluido un referéndum sobre la independencia política y la elaboración de un Libro Blanco para una república flamenca.
Curiosamente lo van a tener más difícil que en Cataluña con esto del derecho a decidir, y eso a pesar de ser el primer partido no ya de Flandes sino de Bélgica. Porque en este país los referéndums están prohibidos por ley. Negro sobre blanco.
Notas finales importantes para quienes quieren afinar. ¿Por qué hablamos de que la N-VA necesita para bloquear Bélgica un 40% de votos… pero en Flandes? En este país la democracia es un poco como Frankenstein, hecha a pedazos. Un trozo es flamenco, otro bruselense y otro Valón.Y votan por separado. La democracia belga no es una sino varias. Los francófonos votan en las elecciones generales -no hablo de las regionales- por partidos francófonos, y los flamencos por partidos neerlandófonos. No hay un partido liberal belga sino dos partidos liberales, dos partidos socialistas, dos verdes… y a veces también una declinación bruselense. Al final negocian a varias bandas el gobierno nacional que da resultados variopintos… nunca vistos en cualquier otro país europeo.
Segunda nota final: El profesor Dave Sinardet, con quien tuvimos una apasionante cena anoche varios corresponsales, ha hecho público un informe universitario según el cual parte de la de la población consideraría necesario recentralizar ciertas competencias. Más aún: una mayoría de los parlamentarios belgas es partidario de reinvertir el proceso centrífugo. Es una indicación de que puede regresar un debate público más plural, hasta ahora dominado por el discurso nacionalista. Pero soy escéptico al respecto.