¿Quién tiene miedo de las urnas? (Nuevo artículo en De Standaard)

Foto De Standaard 30 10 17“El món ens mira” (El mundo nos mira). El independentismo catalán ha repetido ésta frase durante años sabiendo que los ojos del planeta se clavarían de nuevo en una de sus Diadas multitudinarias. Luego, las cargas policiales del 1 de octubre fijaron los ojos del mundo definitivamente en Cataluña. Y desde entonces no ha dejado de mirar.

Si fuera así, el viernes pasado, tras ser aprobada -de forma ilegal- la declaración de independencia por 70 votos de un total de 135, mientras muchos diputados del Parlament entonaban emocionados el himno catalán,  fuera de España, mucha gente habrá podido observar a su izquierda un gran vacío. Lo provocaron los diputados no independentistas al abandonar el hemiciclo depositando en sus escaños algunas banderas catalanas y españolas hermanadas como testigo mudo de su resistencia.

¿Tendrán esos catalanes que se sienten españoles derecho de autodeterminación dentro de esa república catalana? Hace apenas un mes la Presidenta del parlamento catalán, Carme Forcadell me respondió que no, que “Cataluña es un solo pueblo”. España puede romperse pero Cataluña no. Por cierto, ningún político español se atrevería a pronunciar ésta frase: “España es un solo pueblo”. Automáticamente sería clasificado como fascista.

Mariano Rajoy, el político a quien le ha tocado lidiar este momento, no desborda carisma. Sea por su discurso previsible –“la ley es la ley”- o por esa imagen que tiene de registrador de la propiedad -su profesión anterior- . Mentalmente tendemos a situarlo en las antípodas de Justin Trudeau. Y muchos no logramos recordar siquiera su sonrisa -tan importante en la imagen- camuflada bajo una barba que esconde las cicatrices de un accidente de tráfico.

En entrevistas el Presidente del gobierno puede construir frases imposibles que dan mucho juego para las bromas. Al contrario, en los discursos preparados se mueve a la altura del mejor parlamentarismo español de la República. Algunos dirían que es un político desencajado en el tiempo.

Y sin embargo es un superviviente excepcional. Exceptuando los actuales, descansan en el baúl del olvido los políticos nacionales o internacionales que lo han apoyado y combatido como Ministro, Vicepresidente del gobierno, jefe de la oposición o Presidente del gobierno. Con permiso de Belusconi, que siempre amenaza con volver.

Tras las cargas policiales proyectó una imagen agresiva al mundo opuesta a lo que los españoles estamos habituados. Su prudencia exaspera incluso a sus mayores partidarios. Y la crisis catalana es un buen ejemplo. Hasta los nacionalistas lo acusan de inacción. Él suele decir que no tomar una decisión, es en sí una decisión. La mayor alabanza que siempre se le hace es que sabe manejar los tiempos.

En la partida de póker que ha mantenido la semana pasada con Puigdemont éste tuvo la oportunidad de convocar elecciones para salvaguardar el autogobierno y la paz, pero no lo hizo. Acusó al gobierno central de no darle garantías de que esa convocatoria impediría la aplicación del artículo 155. Justificaba así la inevitabilidad de la declaración de independencia.

El Govern puede haber perdido ahí parte del relato exterior. Porque Rajoy ha actuado. Y no ha enviado los tanques a Cataluña, sino las urnas. Urnas de verdad, no de parte, donde los votos se cuentan oficialmente sin trampa ni cartón. Y ha animado a Puigdemont a que se presente como candidato. Cualquiera puede ganar. Será el 21 de Diciembre. Los independentistas querían votar. ¿Quién tiene miedo a las urnas?

 

 

(Artículo publicado en la contraportada de De Standaard el 30/10/2017)

 

 

 

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